UNA VISITA AL MUSEO



Al entrar en el Museo, lo primero que nos llama la atención es la originalidad de la organización de los espacios. Evidentemente, no estamos en un Museo convencional. 




   
El recorrido se inicia con un análisis de las características físicas del territorio en que está enclavada Segovia, poniendo de manifiesto la importancia que el medio natural ha tenido en el desarrollo económico, político y cultural de la provincia.





Al entrar en la sala dedicada a los primeros pobladores de Segovia, vemos un molde de grandes dimensiones que representa la figura de un caballo piqueteado en la pizarra. A su valor artístico hay que sumar la peculiaridad de que se trata de uno de los pocos ejemplos de arte paleolítico al aire libre, ya que la mayoría se encuentran en el interior de las cuevas. 








También vemos numerosos instrumentos de piedra y restos de animales, que ponen de manifiesto que la caza era su principal fuente de subsistencia.












La sala incluye abundantes muestras de cerámica, y a través de su decoración, cada vez más compleja, observamos la evolución estética de sus creadores: marcas hechas en el barro con el borde de una concha, incisiones rellenas con pasta blanca, dibujos de varios colores...


















En la sección dedicada a Roma, llaman la atención los fragmentos de mosaicos que cubrían el suelo de los edificios, las pinturas murales con motivos geométricos y animales, los restos de elementos constructivos (capiteles y fustes de columnas) así como tres bonitas antefijas (placas de terracota con forma de cara que remataban las tejas situadas junto al alero).












Una serie de objetos de vidrio -una fuente y tres vasos- nos hablan de la organización social de la Segovia romana.







Dada la importancia de Coca en este época, el Museo dedica una pequeña parte de la sala a la villa que fue la cuna del emperador Teodosio.













Sin duda alguna, lo más llamativo  de esta planta baja es la extraordinaria colección de broches de cinturón y fíbulas, posiblemente una de las más completas de España.










   Semejante riqueza proviene del ajuar de las numerosas tumbas halladas en varias necrópolis visigodas, fundamentalmente en Madrona y Duratón.




Además de fíbulas y broches, en los enterramientos se encontraron también collares, pendientes, anillos, amuletos, monedas y brazaletes.

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En el patio


















  



































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